La Semana Santa es la
conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de
Nazaret. Por ello, es un período de intensa actividad litúrgica dentro de las
diversas confesiones cristianas. Da comienzo el Domingo de Ramos y finaliza el
Domingo de Resurrección, aunque su celebración suele iniciarse en varios
lugares el viernes anterior (Viernes de Dolores) y se considera parte de la
misma el Domingo de Resurrección. La fecha de la celebración es variable (entre
marzo y abril según el año)ya que depende del calendario lunar. La Semana Santa
va precedida por la Cuaresma, que finaliza en la Semana de Pasión donde se
celebra la eucaristía en el Jueves Santo, se conmemora la Crucifixión de Jesús
el Viernes Santo y la Resurrección en la Vigilia Pascual durante la noche del
Sábado Santo al Domingo de Resurrección.
La Semana Santa es el
momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos
católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Se
olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la
reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas
las gracias que esto nos trae.
Para vivir la Semana Santa,
debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las
celebraciones propias de este tiempo litúrgico.
A la Semana Santa se le
llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o
Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el
Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.
Vivir la Semana Santa es
acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de
nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para
morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.
Lo importante de este tiempo
no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué
murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a
nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
Estos son todos los días de
Semana Santa:
Domingo
de Ramos
En la Semana Santa se
celebran los misterios de salvación realizados por Cristo en los últimos días
desde su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén, para los católicos el
Domingo de Ramos es el primer día de la Semana Santa.
La semana santa comienza con
el Domingo de Ramos de la Pasión Señor, que une el triunfo de Cristo (aclamado
como Mesías por los habitantes de Jerusalén y hoy en el rito de la procesión de
las palmas por los católicos) y el anuncio de la pasión, con la proclamación de
la narración litúrgica en la Misa. El color litúrgico del Domingo de Ramos es
el rojo, debido a que se celebra la Pasión del Señor.
Los ramos no son algo así
como un talismán o un simple objeto bendito, sino el signo de la participación
gozosa en el rito procesional, expresión de la fe de la Iglesia en Cristo,
Mesías y Señor, que va hacia la muerte para la salvación de todos los hombres.
Por eso, este domingo tiene un doble carácter, de gloria y de sufrimiento, que
es lo propio del Misterio Pascual.
Los días que van hasta el
Jueves Santo pertenecen al tiempo cuaresmal, pero están caracterizados por los
últimos acontecimientos de la vida del Señor, con exclusión de otras celebraciones.
En la mañana del Jueves
Santo (o en otro día cercano), el obispo celebra, junto con su presbiterio, la
Misa Crismal o de los Santos Oleos, en la que se bendicen los óleos que se
usarán para la celebración de los sacramentos
Lunes
Santo
.
El Lunes Santo es el segundo
de los días de la Semana Santa, cuyo comienzo tiene lugar el Domingo de Ramos,
y durante la cual los cristianos conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de
Jesús de Nazaret. Así se pone de manifiesto en la liturgia de las distintas ceremonias
que tienen lugar en Semana Santa en las distintas confesiones cristianas.
Además de los actos
celebrados en los templos, diversas manifestaciones populares tienen lugar
durante la Semana Santa en todo el mundo, destacando las procesiones que se organizan
en muchos pueblos y ciudades.
Liturgia
de Lunes Santo
A diferencia de otros días
de la Semana Santa que cuentan con ceremonias singulares, en la Iglesia
Católica el Lunes Santo continúa la celebración normal de la misa. Durante
ésta, el Evangelio que es proclamado refleja el pasaje de la Unción en Betania,
en casa de Lázaro, en el que una de las hermanas de éste, María le unge con
costosos perfumes. La lectura corresponde al Evangelio de San Juan:
Seis días antes de la
Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de
entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno
de los que estaban con él a la mesa. María tomó una fibra de perfume de nardo,
auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su
cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno
de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
-«¿Por qué no se ha vendido
este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?»
Esto lo dijo, no porque le
importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba
lo que iban echando. Jesús dijo:
-«Déjala; lo tenía guardado
para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con
vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.»
Una muchedumbre de judíos se
enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a
Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes
decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les
iban y creían en Jesús.
Juan
12: 1-11
Martes
Santo
El Martes Santo continúan
las celebraciones de la Semana Santa cristiana, que conforme va acercándose los
días de los principales cultos (Jueves y Viernes Santo) siguen su reflexión
acerca de diversos pasajes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de
Nazaret. Son días propicios para la reflexión profunda en los que la Iglesia
nos invita como en una “última llamada” a acercarnos al sacramento de la
confesión con el fin de estar preparados para vivir la Vigilia Pascual y el
gran acontecimiento de la Pascua. El cristiano debe estar en gracia de Dios
para participar con toda la Iglesia del gran banquete de la Eucaristía en la
Misa más importante del año.
Liturgia de Martes Santos
En el Evangelio del Martes
Santo, Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las Negaciones de
San Pedro. El texto es de San Juan:
En aquel tiempo, Jesús,
profundamente, dijo:
-«Os aseguro que uno de
vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron
unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que
Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le
hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en
el pecho de Jesús, le preguntó:
-«Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
-«Aquel a quien yo le dé
este trozo de pan untado».
Y untando el pan, se lo dio
a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás.
Entonces Jesús le dijo:
-«Lo que tienes que hacer
hazlo en seguida».
Ninguno de los comensales
entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que
Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando
salió, dijo Jesús:
-«Ahora es glorificado el
Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él,
también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me
queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos
os lo digo ahora a vosotros: Donde yo voy, vosotros no podéis ir».
Simón Pedro le dijo:
-«Señor, ¿a dónde vas?»
Jesús le respondió:
-«Adonde yo voy no me puedes
acompañar ahora, me acompañarás más tarde».
Pedro replicó:
-«Señor, ¿por qué no puedo
acompañarte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó:
-«¿Con que darás tu vida por
mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».
Juan
13, 21-33 36-38
Miércoles
Santo
La primera parte de la
Semana Santa cristiana llega a su fin con la celebración del Miércoles Santo.
El Miércoles Santo marca el
final de la Cuaresma y el comienzo de la Pascua. El Miércoles Santo es el día
en que se reúne el Sanedrín con Judas Iscariote, el tribunal religioso judío,
para condenar a Jesús.
Liturgia del Miércoles Santo
El Evangelio del Miércoles
Santo continúa con la traición de Judas Iscariote en este caso en relato de San
Mateo:
En aquel tiempo, uno de los
Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
-«¿Qué estáis dispuestos a
darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en
treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y
le preguntaron:
-«¿Dónde quieres que te
preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó:
-«Id a la ciudad, a casa de
Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar
la Pascua en tu casa con mis discípulos"».
Los discípulos cumplieron
las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la
mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
-«Os aseguro que uno de
vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se
pusieron a preguntarle uno tras otro:
-«¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió:
-«El que ha mojado en la
misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está
escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le
valdría no haber nacido».
Entonces preguntó Judas, el
que lo iba a entregar:
-«¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió:
-«Tú lo has dicho».
Mateo
26, 14-25
Jueves
Santo
La liturgia del Jueves Santo
es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de
Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo
recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban
a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio
idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos
los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.
En este sentido, el
Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo
en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre,
siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava
los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.
San Pablo completa el
retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió:
que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento
permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre
para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los
tiempos, quedando instituida la Eucaristía.
La Santa Misa es entonces la
celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera
de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt
28, 26).
Él quiso que, como en su
última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo
el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).
Antes de ser entregado,
Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús
celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento
anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos
de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que
vuelva" (1 Cor 11, 26).
De aquí que podamos decir
que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de
Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado
cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un
poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).
Como dice el prefacio de
este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de
salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero
esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en
la Cena del Señor".
En esta Misa, de manera
distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente"
ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo
ni a la Noche de Pascua.
Hoy celebramos la alegría de
saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito,
tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse",
fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos
que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me
quita la vida, había dichoJesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo
poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para
"remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Por eso esta Eucaristía debe
celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en
los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la
Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega,
sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere
por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne
y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa
"subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su
Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó
voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o
no, muriendo en una cruz ignominiosa.
Hoy hay alegría y la iglesia
rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del
que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque
conocemos el precio que le costamos a Cristo.
Podríamos decir que la
alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque
en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y
se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.
Podemos decir que hoy
celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del
Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).
Hoy inicia la fiesta de la
"crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya
que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La
noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y
hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el
amor.
Viernes
Santo
El Viernes Santo es una de
las principales celebraciones de la religión del Cristianismo, dentro de la
denominada Semana Santa. Este día se recuerda la Muerte de Jesús de Nazaret.
En este día, la Iglesia
Católica manda a sus fieles guardar ayuno y abstinencia de carne como
penitencia.
Liturgia
de Viernes Santo
En la religión católica
siguiendo una antiquísima tradición, en este día no se celebra la Eucaristía y
se adora la Cruz.
En lugar de la Misa, se
celebra la "Liturgia de la Pasión del Señor" a media tarde del
viernes, de ser posible cerca de las tres de la tarde, hora en la que se ha
situado la muerte del Señor en la cruz. Por razones pastorales puede celebrarse
más tarde, pero no después de las seis de la tarde.
El sacerdote y el diácono
visten ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en
la cruz. Los obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de
su anillo pastoral. Antes de iniciar la celebración, el templo se presenta con
las luces apagadas, y de no ser posible, a media luz. El Altar (y los
laterales) se encuentran sin manteles ni adornos, mientras que a un costado de
éste, ha de disponerse un pedestal para colocar en él la santa cruz que será
ofrecida a veneración.
El comienzo de esta
celebración es en silencio. El sacerdote se postra frente al altar, con el
rostro en tierra, recordando la agonía de Jesús. El diácono, los ministros y
los fieles se arrodillan en silencio unos instantes. El sacerdote, ya puesto de
pie, se dirige a la sede donde reza una oración (a modo de oración colecta).
En seguida, estando los
fieles sentados, se proclaman dos lecturas, la primera del profeta Isaías (el siervo
sufriente) y la segunda del apóstol san Pablo, intercaladas por un salmo
("Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu").
Después de la segunda
lectura, sin aclamación, se proclama el relato completo de la "Pasión
según san Juan", en cuya lectura participan varias personas, leyéndose los
papeles de Jesús (por el diácono o el sacerdote), el cronista por una persona y
el Sanedrín (las personas que aparecen en el relato) por otro, siendo un seglar
el que informa de lo que se va a ir realizando a lo largo de ésta celebración,
al igual que en el día anterior. La homilía es algo más breve de lo habitual
debido a lo extenso del Evangelio.
Luego tienen lugar las
peticiones, hechas hoy de manera solemne por la Iglesia, el Papa, los clérigos,
fieles, gobernantes e incluso por los no católicos, los judíos y los ateos.
Después tiene lugar la
veneración del Árbol de la Cruz, en la cual se descubre en tres etapas el
crucifijo para la veneración de todos. El sacerdote celebrante va a los pies de
la iglesia junto con dos personas (diáconos o monaguillos normalmente) que
portan unos cirios y va avanzando con la cruz tapada con una tela oscura o roja
y la va destapando mientras canta en cada etapa la siguiente aclamación: "
Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la Salvación del Mundo",
respondiendo los fieles y el coro "Venid a adorarlo", de modo que al
llegar al Altar queda totalmente descubierta.
A continuación los
sacerdotes besan la cruz y después todos los fieles. Mientras, se suele cantar
alguna canción, la única en toda la celebración. Las que están mandadas en el
Misal Romano son tres, que se cantan a continuación una de otra: Los
"Improperios" o reproches de Jesús al pueblo, el "Crux
Fidelis" ("Oh Cruz fiel", alabanzas a la cruz de Cristo), y el
"Pange Lingua" (Canta Oh Lengua, himno eucarístico, que se canta
durante el traslado del Santísimo Sacramento desde el Monumento al Altar).
Terminada esta parte, se
coloca un mantel en el Altar y el celebrante invita a los fieles a rezar el
Padre Nuestro como de costumbre. Se omite el saludo de la paz, y luego de
rezado el Cordero de Dios, se procede a distribuir la Comunión a los fieles con
las Sagradas Formas reservadas en el monumento el día anterior, o sea, Jueves
Santo. La celebración culmina sin impartirse la bendición, al igual que en el
día anterior ya que la celebración culminará con la Vigilia Pascual, y se
invita a esperar junto a María la llegada de la Resurrección del Señor, pero
mientras tanto, se produce un profundo silencio y meditación sobre la Muerte
del Señor. A continuación los sacerdotes, diáconos y ministros se marchan en
silencio a la sacristía. En esta acción litúrgica se recoge una colecta,
destinada a financiar el mantenimiento de los Santos Lugares donde vivió
Jesucristo. Los encargados de mantener estos lugares son los Franciscanos
Custodios de Tierra Santa.
Junto a las ceremonias que
tienen lugar en los templos, en muchos lugares se conmemora el Viernes Santo
con el rezo del Vía Crucis literalmente el camino de la cruz, donde a través de
catorce estaciones se rememoran los pasos de Jesús camino a su muerte. Este
suele realizarse en el templo (donde hay representaciones pictóricas o relieves
de las estaciones) o por las calles en torno al mismo. En algunos lugares
existe la costumbre de que algunos fieles, debidamente caracterizados, dramaticen
las distintas estaciones.
También es costumbre en
algunos lugares la meditación de las Siete Palabras que Jesús pronunció en la
Cruz. En otros sitios se celebra la procesión del Santo Entierro y el turno de
vela ante el sepulcro.
En muchos lugares por la
mañana del Viernes Santo, al igual que al día siguiente, suelen predicarse
retiros espirituales y se dispone de sacerdotes atendiendo confesiones.
El Viernes Santo es el único
día del calendario litúrgico católico donde no se celebra la Misa, como luto
por la muerte del Señor. Las campanas permanecen mudas, siendo sustituidas en
algunos lugares por matracas de madera. Tampoco el órgano suena, excepto para
marcar el tono, y se evita el canto polifónico
Sábado
Santo
El Sábado Santo (denominado
hasta la reforma litúrgica de 1955 Sábado de Gloria) es el nombre que algunas
denominaciones cristianas dan al sábado de la semana del primer plenilunio de
primavera (boreal). Es el tercer día del Triduo Pascual, que concluye con las
segundas Vísperas del Domingo de Resurrección culminando así para los
cristianos la Semana Santa. Tras conmemorar el día anterior la muerte de Cristo
en la Cruz, se espera el momento de la Resurrección. Es la conmemoración de
Jesús en el sepulcro y su Descenso al Abismo. Una vez ha anochecido, tiene
lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual.
Liturgia del Sábado Santo
El Sábado Santo es un día de
luto. En la Iglesia Católica también se conmemora la Soledad de María después
de llevar al sepulcro a Cristo, quedando en compañía del Apóstol Juan. Pueden
ser expuestas en la Iglesia, a la veneración de los fieles, la imagen de Cristo
crucificado, o en el sepulcro, o descendiendo a los Infiernos, ya que ilustran
el misterio del Sábado Santo. Hoy la Iglesia se abstiene absolutamente del
sacrificio de la Misa. La Sagrada Comunión puede darse solamente como viático.
No se conceda celebrar el Matrimonio, ni administrar otros sacramentos, a
excepción de la Penitencia y la Unción de los Enfermos.
Hasta la reforma litúrgica
de la Semana Santa acometida por el Papa Pío XII (encargada en 1955 a Monseñor
Aníbal Bugnini como una especie de anticipo a la reforma litúrgica general del
Concilio Vaticano II) se llamaba a este día Sábado de Gloria, pues la
celebración de la Resurrección (la Vigilia Pascual) tenía lugar ya en la mañana
del sábado, debido a la norma del ayuno preparatorio a la Comunión sacramental
desde la medianoche precedente. Considerando que el Viernes Santo ya había sido
día de ayuno, era excesivo prolongarlo un día más casi completo. En 1951 Pío
XII permitió, mediante el inesperado decreto “Dominicae Resurrectionis” de 9 de
febrero (Vid. AAS 43 (1951), pp. 128-129), que la vigilia se realizase de
noche, lo que tras otro decreto, el “Máxima Redemptionis” de 16 de noviembre de
1955 (Vid. AAS 47 (1955), pp. 838-841), fue obligatorio a partir de 1956. Desde
entonces dicha Vigilia se celebra más razonablemente en horas de la noche, el
Sábado Santo queda para los católicos más como un día de espera, expectante por
la gran celebración que tendrá lugar unas horas más tarde. Esto se vio
facilitado también por la reforma al ayuno preparatorio a tres horas antes de
comulgar. El Concilio Vaticano II actualmente tiene fijado el ayuno en una hora
antes de la comunión.
Aunque en muchos lugares
sigue denominándose así por la costumbre, su uso es incorrecto. No obstante,
dado el statu quo entre las iglesias cristianas respecto a las celebraciones
litúrgicas en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, como a la Iglesia
Católica Apostólica y Romana le corresponden las horas de la mañana para sus
oficios, la Vigilia Pascual sigue realizándose el sábado por la mañana en dicho
lugar.
Como no puede celebrarse
ningún rito oficial durante el día, se suelen predicar retiros espirituales, y
en muchos lugares también los sacerdotes durante el día atienden confesiones.
También es costumbre en algunos templos el rezo de la Liturgia de las Horas por
parte de los clérigos con participación de fieles seglares.
Domingo
de resurrección o Pascua
La Pascua, también llamada
Pascua Florida, Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección o Domingo de Gloria
es la fiesta central del cristianismo, en la que se conmemora, de acuerdo con
los evangelios canónicos, la resurrección de Jesús al tercer día después de
haber sido crucificado.
La Pascua marca el final de
la Semana Santa, en la que se conmemora la crucifixión y muerte de Jesús. A la
Semana Santa le sigue un período de cincuenta días llamado Tiempo pascual, que
termina con el Domingo de Pentecostés.
El Domingo de Pascua es una
fiesta móvil, lo que significa que no se fija en relación al calendario civil.
El Primer Concilio de Nicea (año 325) estableció la fecha de la Pascua como el
primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el
hemisferio norte. La fecha por tanto, varía entre el22 de marzo y el 25 de
abril. El cristianismo oriental basa sus
cálculos en el calendario juliano, por lo que su fecha se sitúa entre el 4 de
abril y 8 de mayo.
Durante este día se celebran
en distintos lugares del mundo procesiones religiosas, así como celebraciones
litúrgicas. Las costumbres del Domingo de Resurrección varían en todo el mundo
cristiano, pero la decoración de los huevos de Pascua es algo común en el mundo
occidental.
El Domingo de Pascua es el
día en el cual Jesús salió de su sepulcro. Este hecho es fundamental para el
cristianismo. La historia cuenta que en cuanto se hace de día, tres mujeres van
al sepulcro donde Jesús estaba enterrado y ven que no está su cuerpo. Un Ángel
les dice que ha resucitado. Van corriendo donde está la Virgen con los
Apóstoles y les dan la gran noticia: ¡Ha resucitado! Pedro y Juan corren al sepulcro
y ven las vendas en el suelo. El desconsuelo que tenían, ayer, se transforma en
una inmensa alegría. Y rápidamente lo transmiten a los demás Apóstoles y
discípulos. Y todos permanecen con la Virgen esperando el momento de volver a
encontrarse con el Señor.
Éste es el día de la
esperanza universal, el día en que en torno al resucitado, se unen y se asocian
todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las
cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada.
En la Resurrección la
vocación cristiana descubre su misión: acercarla a todos los hombres.
El hombre no puede perder
jamás la esperanza en la victoria del bien sobre el mal. Por esta razón los
cristianos con gran júbilo celebran este día la Misa Pascual del Domingo de
Resurrección.
Investigado Adriana Gutierrez
Redacción Adriana Barros
Fotografía Adriana Barros
Publicación Adriana Barros